Cuando un buen salario ya no alcanza para quedarse

Por Alejandro Melamed - 26 Agosto 2016

El empleo es uno de los temas que mayor atención y preocupación generan en nuestros días. Aplicación o no de leyes para impulsarlo o resguardarlo, índices relacionados y el impacto de las nuevas tecnologías han sido el foco de apasionadas discusiones. Sin embargo, el caso de un empleado en Francia que demandó a sus ex empleadores en reclamo de una indemnización de 360.000 euros para compensar las consecuencias negativas que generó en su salud tener un trabajo en el que no hacía nada invita a reflexionar sobre un aspecto pocas veces tratado: el síndrome del boreout .

En general, cuando hablamos de estrés, pensamos en situaciones de demanda de esfuerzo y tiempo desproporcionada que supera nuestra capacidad de respuesta. Es el distrés por exceso, y su extremo es el burnout -o síndrome del quemado-, que se genera cuando literalmente estamos agotados y tenemos la sensación de "no dar más". El boreout es el polo opuesto -llamado distrés por defecto o por escasez-, compuesto por dos palabras: bore (aburrimiento) y out (estar afuera). Se observa cuando sostenidamente nos aburrimos, cuando tenemos esa sensación de tiempo vacío, sin contenido ni pasión, cuando nos percibimos subexigidos, demandados muy por debajo del potencial que tenemos. Ese aburrimiento crónico y la subexigencia nos llevan a desinteresarnos y ser indiferentes tanto con la tarea como con la organización. Es una silenciosa tensión interior que deriva en una insatisfacción creciente.

Indicios de estar padeciendo boreout son: resolvemos cosas personales más tiempo que el que nos concentramos en las profesionales; sin razón alguna, estamos agotados al terminar cada día; no visualizamos el significado de lo que hacemos; sólo simulamos trabajar y "hacemos tiempo" para pasar los minutos porque nos sobran; pasamos demasiado tiempo en las redes sociales personales o revisando el celular por temas particulares.

Muchos de los que están sometidos constantemente a altos niveles de demanda pensarán que mal no les vendría un poco de boreout. Sin embargo, los síntomas que se manifiestan como resultado de esa insatisfacción en muchos casos son los mismos que los del burnout.

En este punto, creo que debemos considerar qué lugar ocupa el trabajo en nuestras vidas y cómo podemos aspirar a un trabajo de calidad y calidad en nuestro trabajo. E incluso preguntarnos para qué trabajamos. Quienes tienen un trabajo invierten gran parte de su tiempo útil en su actividad laboral. El interrogante es, por lo tanto, qué es lo que nos impulsa cada día hábil a querer levantarnos. ¿Por qué esperar al fin de semana para disfrutar de la vida y no hacerlo también de lunes a viernes? Eso también significa trabajo digno.

Las investigaciones sobre motivación demuestran que cuando las necesidades básicas están satisfechas ya no es el salario el gran impulsor, sino que hay tres factores críticos: la autonomía, el aprendizaje y el propósito. La autonomía genera una sensación de dominio y responsabilidad sobre las tareas diarias y los objetivos establecidos. El aprendizaje está relacionado con la posibilidad de ser cada vez más efectivos y eficientes. De igual forma, el propósito remite a tener un sentido, algo trascendente que nos inspire, a entender para qué hacemos lo que hacemos, la oportunidad de formar parte de un proyecto en el cual creamos y percibamos que hay otro tipo de metas.

Y tal vez estos tres sean los ejes sobre los que cada uno de nosotros, con una actitud de actor protagónico -en lugar de victimizarnos-, podamos empezar a explorar: cómo buscar mayor autonomía, mayor aprendizaje y mayor propósito. Cómo posicionarnos en pleno siglo XXI para no caer en ninguno de los extremos: ni aburrimos, ni quemarnos, responsabilizándonos plenamente de nuestro propio destino.


Alejandro Melamed
Director general de Humanize Consulting

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