Se entenderá la felicidad, en el contexto de esta perspectiva, el estado cognitivo emocional de plenitud vital duradera y consciente, que surge de una evaluación subjetiva positiva del plano tanto físico y material como social, afectivo, psicológico y espiritual de la propia existencia.
Se tratará, por consiguiente, de un estado duradero, una manera de estar en la vida con carácter permanente, algo que, aunque pueda verse afectado por los vaivenes y avatares vitales, no será profundamente afectado por hechos o situaciones que signifiquen alteraciones negativas.
Desde este punto de vista, se puede hablar de felicidad como un estado, como un estar en la vida, o incluso una manera de ser. Declararla como un estado cognitivo afectivo, permite relacionar razón y emoción, erróneamente consideradas durante tanto tiempo dos provincias mentales distintas.
Es decir, ser feliz es tanto pensarse o decirse feliz como sentirse feliz. Por otro lado, al hablar de plenitud vital duradera y consciente, no se hace más que enfatizar el carácter eudaimónico en su sentido último, "plenitud humana"
Una manera de explicar la felicidad desde la perspectiva psicosocial es relacionarla la cultura de una organización. Es decir, relacionar dos variables: la variable cultura organizacional y la variable felicidad. La felicidad de las personas que componen la cultura organizacional tiene relevancia a la hora de conformarse la propia cultura organizacional. Las investigaciones han detectado que las organizaciones con mayor felicidad tienen un índice de cultura organizacional mayor.
Medición científica de la felicidad
La observación y sistematización psicológica de la felicidad ha permitido hacer de ello algo susceptible de ser medido en la actualidad. Prácticamente desde tiempos de Aristóteles discurre también cierto afán por la medición científica de la felicidad, si bien se acrecentará con la fiebre cuantificadora y medidora del siglo XVIII, con ejemplos como el de Jeremy Bentham y su "felicific calculus", entre otros. Pero al margen de intentos puntuales a lo largo de la contemporaneidad, la tradición medidora de la felicidad se abre paso con fuerza apenas en los últimos cuarenta años. Y lo hace inicialmente desde la perspectiva del bienestar subjetivo y la calidad de vida.
De entre las mediciones pioneras, hay que mencionar la escala presentada por Diener et al. (1985), la Satisfaction With Life Scale (SWLS), más tarde revisada por Diener y Pavot (1993), con ítems que hacen referencia tanto al pasado como al presente de la persona, aunque sin llegar a ver qué elementos o facetas existenciales se manifiestan en la consciencia del sujeto entrevistado y que está teniendo en cuenta para sus respuestas.
Asimismo, cabe mencionar el Oxford Happiness Inventory, planteado en primera instancia por Argyle, Martin y Crossland (1989) y más tarde corregido, ajustado y renombrado como Oxford Happiness Questionnaire por Hill y Argyle (2002). Ambas versiones alcanzaron notable reconocimiento, si bien también críticas, pues no dejan de plantear problemas de precisión
metodológica en la redacción de determinados ítems, como recoge Lyubomirsky (2008, 470), o incluso adolecen de insuficiente substrato teórico que avale la presencia de algunos de ellos, calificados de problemáticos cuanto menos (Kashdan, 2004). Aunque sin duda, uno de los trabajos que más notoriedad ha alcanzado es el de Seligman (2002) y su felicidad auténtica, todo un programa de medición global online (www.authentichappiness.org), con múltiples herramientas y escalas con una exhaustividad notable, entre las cuales incorpora escalas de otros autores, una escala que, si bien ha gozado de gran uso por su sencillez, no se puede decir lo mismo en cuanto a su potencia psicométrica (Castro Solano, 2009, 58).
En la actualidad tienen bastante notoriedad los desarrollos de Lyubomirsky, de los que se extrae el cuestionario de felicidad general (Lyubomirsky & Lepper, 1999), incorporado, por otro lado, al mencionado proyecto de Seligman.
No obstante, es posible explorar el desarrollo de una nueva escala de medición de la felicidad que sea parsimoniosa, tenga propiedades psicométricas, y recoja de algún modo las características de la cultura de las organizaciones.
Eduardo Escalante - Director de Investigación del Instituto de Felicidad y Bienestar Organizacional